Han pasado nueve meses de estadía en Colombia y tres meses de reacostumbrarse a Alemania, ahora hago una refelxión sobre mi tiempo en Villavicencio – Colombia, la experiencia y la influencia a mi vida personal.
Cuando regresé a Alemania, necesité un buen tiempo para asimilar la experiencia de los nueve meses en Colombia porque siempre es un tiempo largo y, además, con muchas y muy variadas impresiones.
El trabajo en Porfia, lo experimentaba como si estuviese en otro mundo. Un mundo muy lejano del mundo oeste – europeo. Los problemas, las relaciones sociales y la vida diaria funcionan de una manera totalmente distinta a la vida que había pasado en mi pueblo idílico Mindelheim.
Con todo, fue una experiencia bastante interesante, durante la cual pude vivir un espacio de mi vida dentro de otra cultura.
Entre los temas de diálogo y de trabajo, la pobreza era recurrente. Aprendí que, la pobreza entendida como carencia de recursos, no es, en sí, algo malo. Pero lo es, cuando sus efectos son destructores de la persona misma del pobre. Pero, también hay valores, que resultan como consecuencia de la pobreza: el compartir, la capacidad de lucha, la valoración del otro, la alegría, la relativización del poder económico y de la abundancia. En Europa la pobreza es vista como algo demoníaco a lo que no se discubre ningún aspecto positivo. De otro lado, es claro que, la muy mala e inequitativa distribución de las riquezas, conlleva consecuendias nefastas para la población: la hambruna, problemas de saludbridad, violencia, deficiente calidad educativa y vulnerabilidad de todo orden, especialmente en los menores. Sinembargo, los niños son un testimonio fehaciente de la vivencia, aún en medio de circunstancias adeversas, de esos valores característicos del pobre: comparten de forma solidaria, constituyen comunidades naturales para la convivencia, ciudan de sus amigos y, esecialmente, de sus hermanos y hermanas. La comunidad y el compartir son valores muy fuertes en barrios populares. El que tiene dá a la persona que no tiene nada y así sea, al menos, un trozo de panela.
A diferencia del trabajo institucional, como lo es por ejemplo el colegio; los espacios en los que mayor presencia hice (acción comunitaria), eran más desestructurados y no había una planeación sistemática, lo que me permitió vivir muchos momentos, tomando iniciativas o desarrollando ideas. Casi nunca hubo una planeación por semanas y solamente las reuniones o encuentros con grupos, siempre fueron tiempos de trabajo fijo. El resto del tiempo me permitió tener muchas opotrunidades de crear y de realizar ideas.
Visto de manera retroperspectiva, era mi gran éxito poder trabajar sin presión y estrés pero tener en el mismo momento una responsabilidad y unos deberes. Utilicé mucho tiempo en charlas espontáneas y en contacto directo con la gente del barrio. En los diálogos la gente siempre preguntó cómo es Europa y les conté un poco de Alemania, de nuestro sistema escolar, del gobierno, etc. Y así fue que rápidamente casi todo mi entorno me conoció, sin apenas captarlo o quererlo, lo que no fue algo negativo, sólo algo desconocido. La gente siempre me trató muy bien, con amabildad, respeto, interés y especialmente los padres de los niños/-as de sembradores de paz, quienes, además, expresaban gratitud.
Otro aspecto de mi volontariado consistió en que los jóvenes y los niños/-as vieron que hay muchas posibilidades en la vida y una es, por qué no, salir de la casa al extranjero para prestar servicio social sin tener mucha edad, y solamente lo de la ley, en mi caso concreto, 18 años. De repente despierto a unos la motivación de seguir adelante, y de luchar, para tener también posibilidades distintas después de terminar su bachillerato, cumpliendo sus sueños de conocer países lejanos.
Durante mi volontariado niños, jovenes y también profesores, me contaron que desean ir algún día a Europa. Conocer personas de otro país a veces despierta sueños. La comunidad de Porfía no había sido, hasta ahora, lugar conocido por otros volontarios. Lo que se constuyo en una novedad. Es significativo que este año, luego de mi salida haya llegado una nueva compañera a vivir allí con los hermanos y esto está indicando que la experiencia fue acertada.
Inicialmente, no podía imaginar como sería vivir en una comunidad religiosa con hermanos y fue muy interesante probarlo viviendo tan cerca a esta comunidad tan abierta, tolerante y enfocada en la educación. Con y por los hermanos desarollé un compañerismo y amistades muy bellas. Éramos una mescla muy colorida, con características e ideas muy distintas y esa mescla me ha marcado mucho. Pude participar y estar en la educación y el desarollo de los muchachos, gracias a Hermano Juan Pablo que me abrió la puerta de las aulas de clase y los profesores para trabajar con ellos y al Hermano Tiberio que siempre me involucró en los proyectos y encuentros de los grupos sembradores de paz, observatorio de paz, etc. Me dió mucha libertad para mi propia expresión en el trabajo.
Qué ha cambiado: El volontariado me ayudó a ser más independiente en mi crecimiento personal y en entender mejor las diferencias culturales. Finalemente influyó para mi elección universitaria. Al respecto a CMI, me he constituído en una persona más que pude contar de su experiencia en el extranjero, especialmente sobre la experiencia en Latinoamerica – Provincia Norandina (Ecuador – Colombia – Venezuela).
Por la decisión de una persona jóven para servir en un proyecto internacional y social no solo mejora la comunicación dentro de la comunidad Marista, sino que también mejora la comunicación entre las distintas culturas y la tolerancia que nos permite avanzar hacia la paz.
„Cada cabeza es un mundo y cada mundo es una historia.“ se convirtió para mi en un lema y es que, sin duda: Cada uno tiene una historia para contar – su historia.
Septiembre 2018